lunes, 29 de junio de 2015

Chega de saudade

Doy vueltas a la casa, perra abandonada a la que sólo le falta ladrar y arañar la puerta, invocando un conjuro que venza al tiempo, te devuelva a mis brazos y vuestros ruidos palabras besos risas llantos o lo que sea apaguen este silencio ensordecedor.

domingo, 28 de junio de 2015

Placeres ahogados

I. En su casa siempre, mi casa hoy, despertada recién, duchada a medias, se cuela para enjabonarme el pelo, resbalar hacia abajo y abrasarme con sus dedos candentes hasta convertirme nomás en cerilla calcinada.


II. Noche ya, de rodillas, empapada, obedezco.

A 10.000 kilómetros

Coltrane en días lluviosos, solitarios, de escritura errática saltando de recuerdo en recuerdo, de flor en flor, cual abeja perdida lejos de su panal.

Cuerdas de yute

En La Latina (Madrid), entre bares y bares, hay también una chiquita tienda artesana, La Espartería, regentada por Juan.

- Buenos días, ¿tiene cuerdas de yute de 6 mm.?
- Sí.
- ¿A cuánto?
- 1,20 el metro.
- Déme por favor dos de 8 metros.
- ¿Vienes de parte de Camila?
- Sí (miento, decidida, por curiosidad).
- Ah, qué mujer, es una fiera (dice con ojillos encendidos mientras mide, corta y enrolla las dos cuerdas).
- No las mojes, porque el yute se estropea. Para higienizarlas pasa un paño mojado por ellas.
- De acuerdo, muchas gracias por el consejo. Tenga (entrego dinero)
- Gracias a ti. Por cierto, hacemos envíos a cualquier parte.
- Qué bien, genial saberlo. Hasta luego.
- Qué las disfrutes.
- Je, eso espero.

Shibari en el bosque

20 personas.
26 tetas descubiertas, 3 coños también.
14 huevos cubiertos.

15 cuerdas de yute sin tratar.
5 fustas
2 látigos

1 mural con las distintas partes del cuerpo en rojo (peligro), amarillo (precaución) y blanco (libre para azotar).

1 prof.
2 ayudantes.
17 principiantes.

10 ataban.
10 eran atados.

1 bosque, en la vall de Querol.

50 temores.
100 risas.
1000 fantasías.

Cuando sentí la cuerda inmovilizando mis muñecas en la nuca y sus dedos recorriéndome a su antojo, se me olvidó contar.

Carne asada

fui una flor de bondiola a la parrilla, asada muy lentamente; del derecho, caricias bajo la camiseta limón, del revés besos caníbales en el cuello nuca hombros omóplatos; alejándome del fuego con abrazos hasta quedar fugazmente dormidos, avivando las llamas al rasgar -uñas tenedor- caderas ombligo espalda; una vuelta más con la que el asador observó la pieza, otra clavándome el cuchillo para comprobar el punto de cocción, en un ritual tortuoso al aire libre que multiplicó el sabor delicioso de la ansiada carne cuando finalmente fue servida.

Nos siguen

Nos siguen ojos viciosos 
para controlar quién somos, 
como si fuéramos pocas 
las que andamos con ganas de todo

Coatlicue (diosa azteca de la vida y de la muerte)

Como los corazones ofrendados a la diosa azteca Coatlicue,
Tina me entrega periódicamente hombres que devoran mis hambrientos, hambrientos muslos.

Yurta

Al traspasar su acogedora yurta
entras en la Mongolia nómada, admirada por su hospitalidad.

Els estrets d'Arnes

A l'interior de Tarragona, molt al sur, allí on Catalunya s'acosta a la Comunitat Valenciana i a Aragó, hi ha rius i gorgs com aquests, als Estrets d'Arnes:


Creuant a Terol, la zona del Parrizal de Beceite és preciosa per caminar i ens van dir que La Pesquera per banyar-se, però no ens va donar temps.


San Pedro's family

Por fin en San Pedro,
subiendo, subiendo las escaleras,
hacia mi paraíso en Madrid,
donde me siento tan amada y todo es posible, incluso una hermosísima bebé zen, genéticamente silenciosa.

Se fueron volando tres días de cachondeo y bizarrismo madrileño con la familia sanpedrina, David a la cabeza, de caña en copa a cualquier hora, exposiciones brillantes, músicos que vagan con su instrumento por el Reina en busca de un público, bailes de forró -folló/frotó- en el Maloka, agricultores y apicultores que aparecen con colinabos gigantes y acelgas de colores de su huerto, picnics nocturnos en el Retiro, caminatas oscuras entre túneles de árboles, el ahuehuete (el árbol más viejo de la ciudad, de 1630), abrazos-que-detienen-relojes, regalos, docus que dan miedo y tanto amor que no hay cuerpo que no explote de felicidad.

Sylvia Plath

Persecución
Una pantera macho me ronda, me persigue:
un día de estos me matará.
Su avidez ha encendido los bosques,
Su incesante merodeo es más altivo que el sol.
Más suave, más delicado se desliza su paso,
Avanzando, avanzando siempre a mis espaldas.
Desde la esquelética cicuta, los grajos graznan estrago:
La caza ha comenzado; la trampa, funcionado.
Arañada por las espinas, ojerosa y exhausta,
Atravieso penosamente las rocas, el blanco y ardiente
Mediodía. En la roja red de sus venas, ¿qué clase de sed despierta?
La pantera, insaciable, escudriña la tierra
Condenada por nuestro ancestral delito,
Gimiendo: sangre, dejad que corra la sangre.
La carne ha de saciar la herida abierta de su boca.
Afilados, los desgarradores dientes; suave
La quemante furia de su pelaje; sus besos agostan,
Dan sed; cada una de sus zarpas es una zarza;
El hado funesto consuma ese apetito.
En la estela de este felino feroz,
Ardiendo como antorchas para su dicha,
Carbonizadas y destrozadas, yacen las mujeres,
Convertidas en la carnaza de su cuerpo voraz.
(...)
Yo le arrojo mi corazón para detener su avance,
Para apagar su sed malgasto mu sangre, porque
Él lo devora todo y, en su ansia, continúa buscando comida,
Exigiendo un sacrificio absoluto. Su voz
Me acecha, me embruja, me induce al trance,
El bosque destripado se derrumba hecho cenizas;
Aterrada por un anhelo secreto, esquivo
Corriendo el asalto de su radiación.
Tras entrar en la torre de mis temores,
Cierro las puertas a esa oscura culpa,
Las atranco, una tras otra las atranco,
Mi pulso se acelera, la sangre retumba en mis oídos:
Las pisadas de la pantera lamen los peldaños,
Subiendo, subiendo las escaleras.
Sylvia Plath, 1956.