viernes, 18 de enero de 2008

Vacaciones








Reapareceré en febrero.

miércoles, 16 de enero de 2008

El chico de ayer

Cuando llegué a la estación de Atocha con la vida comprimida en una maleta el 19 de agosto, sólo conocía a dos personas entre los seis millones que corren sobre y bajo el suelo de la capital.

A una de ellas me la encontré por pura lotería en el metro y me invitó a comer. En los postres, puso encima de la mesa su corazón reventado en 20.000 piezas de puzzle. Pero, torpemente, sólo supe juntar cinco o seis.

Poco después me dijo que habíamos encontrado piso, me cedió la habitación más grande, me ayudó a montar la cama, me convirtió un mueble horrible en armario, me enseñó a moverme por Madrid caminando y tomando. Y he saboreado intensamente cada regalo, paladeándolo a pequeños sorbos, aprendiendo a disfrutar dando placer.

Le confieso que estoy enamorada y responde que él pasa del amor pero no le creo ni una palabra. Y no hay prisa, porque voy a seguir cerca de él cuando deje de estar triste.


Visto a través de sus ojos es así.

martes, 15 de enero de 2008

Planeta volador o Torre Karin moderna



No puedo más de vida monacal encerrada en casa acabando un curro interminable, de Madrid gris y frío en invierno, de Zapatitos y Rajoy en eterna precampaña electoral, de los rumores de Sarkozy y su novia Bruni de noche de bodas exprés, de las colas en los probadores de las tiendas en rebajas y su calefacción a 50 grados (están pidiendo a gritos que nos desnudemos, ¿a que sí?), de los programas de castings y los concursos cutrelux. Así que, al menos esta noche, al cerrar los ojos, me piro a vivir al planeta volador de la foto de arriba que me ha recordado a la Torre Karin de Bola de Drac.

El planeta se lo ha inventado el fotógrafo iraní Sam Javanrouh juntando 17 fotos en el Photoshop y subiéndolas a su popular fotolog A daily dose of imagery

domingo, 13 de enero de 2008

Placeres mínimos IX

Quedarme dormida con la cabeza apoyada en el hueco entre la clavícula y el pecho.

sábado, 12 de enero de 2008

It's a perfect night

Ha sido un día de mierda. Pero de noche cerrada nos encontramos en el metro, nos besamos escandalizando a las abuelas que aún no se han acostado, entramos en la corrala y la compi de piso del pirata ha dejado, antes de salir de escena, pimientos fritos, habas con jamón y una botella de tinto a medio beber en la cocina, maría en el paquete de camel, lou reed en el botón de play, así que ponemos la mesa, la aliñamos con conversaciones lúbricas y abrazos lúbricos también mientras se desdibujan, hasta volver a ser hojas en blanco, pelotudos, trepas, acomplejados y demás razas laborales a exterminar.

Regresión adolescente


Miércoles. Al cine de Cuatroca entramos tarde, en grupo, tan ruidosamente como para despertar el alma de profesora de primaria de una espectadora con un shhhhhh rabioso, con los bocatas medio ingeridos entre cañas medio envueltos en papel albal, tirando monedas al suelo al dejar las chaquetas en una butaca libre, provocando un enroque en la pareja de la fila de atrás por la altura de JM hasta que, finalmente, sin nadie más a quien molestar, fijamos la vista en la pantalla donde proyectan American gangster.

A JM le encantó, a nosotras no tanto, pero cuando preguntó si unas cañas con su gps mental de bares musicales encendido le seguimos (Santa Engracia abajo, José Abascal a la la derecha, Santísima Trinidad a la izquierda) hasta un garito llamado Cien por cien donde nos volvimos preadolescentes al bailar Alaska, Hombres G, Mecano, Rebeldes, Radio Futura, Loquillo y otros temas pinchados hasta la saciedad hace muchos veranos, acompañados de grandes borracheras, porros tumbantes, pajas recíprocas mal hechas, resacas, agujeros de memoria y demás hábitos de una época donde el cuerpo iba más rápido que las neuronas y se me caían al suelo vasos, platos y cualquier cosa que tocase.

miércoles, 9 de enero de 2008

Recomendaciones de libros

En diez días me bajo a Morilandia sin muchos más planes que beber té, fumar, charlar, follar, leer, escribir y pasear. ¿Propuestas de libros para meter en la bolsa? De momento tengo esperando en un estante Los detectives salvajes, de Bolaño (Anagrama) y listados en la cabeza El desierto y su semilla, de Barón Biza (451 editores) y Fabulosas narraciones por historias, de Orejudo (Tusquets). ¿Alguien ha leído El día del Watusi, de Casavella?

Hacia la vida de yogui

Mucho decirlo y poco hacerlo, por fin me puse en pantaloncito corto y top para hacer yoga a cuarenta grados como llevaba meses recomendándome Raquel. Y sí, sólo empezar la clase decidí inmediatamente que iba a volver... al descubrir en primera fila una maravilla de tobillos finos + muslos prietos + culo perfecto + top mínimo + nuca comestible + pelos mulatos rizadísimos que se dobló como una goma hacia atrás y al verme hipnotizada me guiñó un ojo travieso.

martes, 8 de enero de 2008

Agujero en el estómago

Me llama el pirata a la una y media de la madrugada y me dice que se queda con unos colegas viendo una peli. Estoy liadísima delante del ordenador y probablemente hoy no dormiré, así que debería suspirar agradecida. Pero, en cambio, al escuchar que no viene a dormir se me hace un agujero en el estómago. Abismal. Sin fondo. Al meter la mano allí se me impregna de un dolor viscoso, caliente, reconocible al instante por más lejano que quede en el tiempo: le quiero. Y al darme cuenta me pongo a reir y llorar como una imbécil.

Interview, de Buscemi

Sienna Miller hace un papelón en la peli y me volvió tan loca como a Buscemi, a ratos muriéndome por besarla en la boca y a ratos con ganas de darle un par de guantazos por niñata. Gana de calle el duelo interpretativo a Steve Buscemi aunque éste está tan genial como siempre pero asustadizamente viejo y whiskeyzado.

Lo peor (spoiler): la excusa burda con la que llegan a su casa (fin del spoiler). Lo segundo peor, el final, por ser demasiado obvio.

El reproche personal: tú, tío, que los que escribimos de política internacional ni somos tan viejos, ni tan feos, ni tan amargaos, ni tan mentirosos, ni tan whiskylovers como el Pierre Pierre ese. Con la imagen que das del gremio voy a tener que mentir cuando me pregunten que a qué me dedico si quiero ligar. ¿Tenéis alguna sugerencia infalible?

Ahora que lo pienso, ya miento siempre cuando me preguntan esa aburridísima pregunta. Y se me ha olvidado en qué película anterior nos dejaron ya tan mal que me obligaron a empezar a mentir. ¿O miento por vicio?

Placeres mínimos VIII

Hacer el murciélago bien acompañada en un sofá, con los pies asomando por arriba y la cabeza en el suelo, como Buscemi y Miller en Interview. Aparearse haciendo el murciélago, ya ni te digo.

lunes, 7 de enero de 2008

La carnicería

La prota de Sueños y asesinos sigue describiendo a su padre:

La carnicería era su marco ideal. Entre las reses colgadas de los animales, en nubes de moscas y olor a sangre, está a sus anchas. La manipulación de la carne alimenta la espera de una presa. Hay que verlo apoderarse de un cuarto de buey o de cordero y, con un gesto de luchador de catch arrojarlo sobre el tajo. Agarra un hacha y ¡chas! ¡chas! ¡chas!, tres golpes, tres resoplidos. Despachado. Se aparta. Fascinado, observa el cuadro: cortes abiertos, huesos aplastados. Con un cuchillo vuelve a la carga. Separa y hurga en la carne. Se chupa los dedos. Chasquea la lengua. No es cuidado en su trabajo. Le tienen sin cuidado los restos de huesos, los trozos sajados. Sólo cuenta el contacto de la carne. No la prepara, se apodera de ella, la despedaza, la amasa, la maltrata. Luego se libera de ella arrojándola, en montón, sobre papel de periódico. Forma una bola. El papel se humedece. Unas aureolas emborronan y destruyen lo escrito. Mi padre mira esas manchas con una expresión de hilaridad silenciosa que roza la demencia. Demencia que lo domina totalmente en cuanto una mujer cruza el umbral de su negocio.


He acabado el libro con el estómago revuelto. Recomendable para los que quieran saber sobre la vida en Argelia durante los años de guerra desde el punto de vista de una mujer urbanita.

Contra los veintitantoscentimetreros

A las tías les gustan las pollas de veintimuchos centímetros. Sí, claro. Yo soy tía pero estoy loca. Por eso, digamos que no eran 20 sino 19 ó 21 los de la última polla muy grande que tuve empalmada delante de mí. Su propietario, orgullosísimo y andaluz para más señas, me miró con cara de me encanta tenerla tan grande, ven, acércate a verla pero antes de que se hiciese realidad farfullé una excusa y me fui.

No es que no me gusten las pollas descomunales, me vuelven loca para fantasear con ellas, ponle 25, 35 o muchos más, aunque tengo que reconocer que incluso fantaseando a menudo prefiero las de los dibus manga, que se multiplican, se agrandan, se estiran, desaparecen, se enroscan, vibran, te tiran contra techos, paredes y ventanas y mil y un movimientos más.

En la práctica, hasta que me reencarne en hembra golfa cachonda insaciable profunda de las secciones de contactos, no me mola acabar con la boca y el coño necesitados de tiritas después de sólo uno o dos polvos, más que muy de vez en cuando*. Pero lo que menos me gusta es la actitud generalizada entre los veintitantoscentimetreros de qué suerte tienes, te voy a volver loca de placer porque tengo una polla enorme. Y su pose chulesca, a la espera de que te abras de piernas para clavártela en plan tuneladora de las obras del AVE sin estudios geológicos previos.


* Con los jugadores de la NBA más altos, más animales, con tatuajes y cicatrices haría una excepción. Varias incluso.

domingo, 6 de enero de 2008

percebes y bivalvos

Bajan en el ascensor los tres frente a mí: cara de malos, gafas de sol, chupas negras y puestos antes de las cinco de la tarde de nochevieja. A mí la tiza no me gusta. Pero me gusta verles así.

Vagamos por Conde Duque, primero una tasca olvidable y después, en la calle del Limón, entramos en la Taberna de los Vinos. Unas cañas. El pirata ve percebes y ya no ve nada más. Los traen y ni ve ni habla, disfruta. Más cañas. Óscar y yo queremos navajas. Él pide mejillones al vapor también. Dice que pican pero exagera. Terceras cañas. Y mucha más gente alrededor bebe y come a las seis y luego a las siete y a las ocho de la tarde, gritan Salud y República golpeando la puerta del baño, llaman a Miguel en la barra, se ríen, brindan, chillan, se tiran algo de cerveza por encima. Más cañas ellos, nosotros también.

Había pensado en una de bacalao de segundo pero no tienen
, sigue hablando el pirata con el estómago abierto, la sepia ahora es un poco burda, ¿no?, contestamos que sí, gambas hubiesen sido para antes, me parece..., Tienes razón, le seguimos la corriente, llevamos toda la tarde dejándonos llevar, siguiéndole locos de felicidad. Son las nueve y aún habla de echarse la siesta después de comer, traduzco que debe significar echar un polvo y me río, uniéndome a los que alrededor llevan camisetas de rayas, gorras, barbas, carmín rojo y pelos cortos.

No sé muy bien cómo pagamos y salimos y subimos y nos desnudamos pero recuerdo perfectamente todo lo que hicimos después.

miércoles, 2 de enero de 2008

Derecho a no serlo

Rafael Reig cada día escribe respuestas mejores. Ésta, sobre los intentos de etiquetar nuestra sexualidad, la borda:

No me sorprenden en absoluto las deplorables manifestaciones del obispo de Tenerife porque, al margen de dar cobertura a una banal justificación de la pederastia y una perversa descalificación de la homosexualidad, creo que en ello va encubierta la exculpación de aquellos adultos con sotana, que alguna vez se han visto involucrados en hechos similares. ¿Cómo se puede ser tan cínico para descalificar una opción sexual que no ha matado a nadie y en cambio dar la comunión a cualquier dictador asesino de masas, vaya bajo palio o no, y encima organizar una manifestación?

XAVIER PASCUAL VILANOVA I LA GELTRÚ (BARCELONA)


A mí el obispo también me parece un mentecato, aunque me interesa su distinción entre el sexo “por vicio” y “por necesidad natural”: siempre que sea posible, prefiero, con diferencia, follar por vicio, ¡dónde va a parar! El derecho a ser homosexual ya está reconocido. Una vez más, me gustaría reclamar de nuevo el derecho a no serlo. Algunos queremos ejercer el derecho a no ser ni siquiera heterosexuales. La sexualidad es una conducta: se hace, no se es. No imprime carácter, como ser sacerdote (u obispo, ¡menudo carácter!). Algunos queremos acostarnos por la noche con quien nos dé la gana, de cualquier sexo, sin que eso nos obligue a ser nada durante el resto del día.

A unos les gusta hacerlo con la luz apagada y a otros con la luz encendida, pero nadie tiene que declararse iluminista o tenebrista. Hay quien prefiere conservar alguna prenda de ropa puesta, pero eso no le convierte en indumentarista. Tampoco es necesario identificarse como nocturnista (sólo lo hace por la noche) o como verticalista (quien prefiere hacerlo siempre de pie, con un punto de apoyo en el fregadero de la cocina). Lo que cada uno haga de cintura para abajo no tiene por qué definirle de cintura para arriba, no se convierte en su forma de ser ni le obliga a aceptar la correspondiente etiqueta distribuida por las autoridades competentes.

Aún recuerdo lecturas de Foucault: la invención de la homosexualidad como categoría es una forma de control social. Para el orden burgués, el sexo puede ser amenazador, por eso hay que disciplinarlo, reglamentarlo, compartimentarlo: hay que inventar la “sexualidad”, que vuelve al sexo inofensivo. A ver, los homosexuales, identifíquense, que levanten la mano y los apunto en esta lista. Los heterosexuales a este lado; los homosexuales, aquí. Las felatómanas, de una en una, desfilando, que se pongan detrás de los onanistas, pero dejando un sitio para los que sodomizan mujeres, y los polígamos, que no se desmarquen. ¡No me formen grupos! ¡De uno en uno y con el carnet sexual en la boca! En fin, ¿no cree usted, Xavier, que quizá podríamos llegar a ser más libres?

Público, 31 diciembre 2007.