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Flor está nerviosa. Mañana empieza a trabajar en la Comisión de Calificación de Películas y no puede dormir por la excitación. Se levanta a comprobar que los niños duermen. Se mete bajo el edredón, se acerca a su marido y desliza una mano dentro del cálido pantalón de franela. Él gruñe, dándose media vuelta. Flor contiene las lágrimas y espera a oírle roncar. Hasta entonces, se distrae pensando que si ve alguna película animada divertida llevará a los niños al cine cuando la estrenen y se acuerda de lo cinéfila que fue en su adolescencia.
Lo que Flor desconoce cuando se apagan las luces de la sala del Ministerio de Cultura por primera vez es que más del 80% de las películas que se producen en nuestro país son pornográficas. Y que los miembros de la Comisión tienen que verlas íntegras para asegurarse de que no aparecen menores o se comete algún otro delito.
A las diez de la mañana ve su primera pentración femenina múltiple y siente escalofríos. No le gusta pero, instintivamente, siente como su coño se humedece. En la siguiente película unos militares gays montan una orgía en el cuartel y Flor no puede apartar la vista de la polla más grande que ha visto en toda su vida.
Poco después verá otra polla aún más grande y otra más. Una de las protagonistas, vestida con un corpiño rojo de cuero que daría lo que fuese por podérselo poner ella en ese momento, se la mete entera en la boca y le lame los huevos. Lo hace una sola vez, para demostrarle que le cabe. Flor está segura de que no podría llegar ni a la mitad.
Después le obliga a ponerse a cuatro patas en el suelo, frente a un espejo. Se unta los dedos en lubricante y le mete un en el ano, girándolo en su interior. Le mete el segundo y le obliga a mirarse cuando le introduce también la punta de un vibrador y le pide que se masturbe mientras ella lo sodomiza por primera vez. Flor busca el baño con la mirada, sabe que se va a correr de un momento a otro si no hace nada por evitarlo, pero no se le ocurre una excusa y se queda quieta en su butaca. Inmóvil y silenciosa como una estatua. Notando como le explota el coño y se le empapan las bragas y las medias de seda negra que estrenó esta mañana.
Cuando se encienden las luces a la hora de comer, no tiene ni idea de lo que le va a contar a su marido esta noche. Cuando le preguntan los periodistas de El País que esperan a la nueva Comisión a la salida, sólo le sale contestarles lo que todo el mundo espera de ella:
"Hay que ver todas las películas enteras", explica Flor A. "Para mí el peor rato ha sido el visionado de porno: un trauma. Y encima, a lo mejor te pasas medio día viendo cintas de ese calibre". Y es que una cosa es ir al cine y otra tener que ver cine durante horas y sin poder elegir.
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