lunes, 8 de julio de 2013

Placeres mínimos XX


Con un sindrome de abstinencia tremendísimo de bares madrileños, de barras largas, bulliciosas y superpobladas, de ver tapas, cañas, vinos y vermuts circulando ininterrumpidamente,

entrar por primera vez en la Esperanza de los Ascurra, correr a sentarme sola a la barra, pedir una caña y beberla saboreando una tapa de queso manchego.

La tapa era minúscula, la cerveza no estaba bien tirada, pero el chute fue lo suficientemente real para provocarme una sobredosis de felicidad.

Como todo yonqui, ahora sólo pienso en volver y volver y volver y compartir la nueva droga con el pirata.
 

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