sábado, 3 de abril de 2010

Placeres mínimos XIII

Levantar la mano y subirme al coche del primer desconocido que se detiene a mi lado un frío viernes por la noche. Darle mi dirección, cerrar los ojos, olvidar el trabajo, sonreir de felicidad al escuchar unas notas de jazz asomando de su CD y quedarme prácticamente dormida hasta que me avisa de que estamos frente a la puerta de mi casa.

Quédese con el cambio y muchas muchas gracias.

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