domingo, 14 de septiembre de 2008

El último fumador

Como cualquier niño de la era pre-Internet con el que sus padres experimentaron criarlo sin tele en un pueblecito, jugué mucho a construir cabañas y cazar peces en verano y leí mucho bajo mantas en invierno. Mi padre devoraba ciencia-ficción y yo le robaba esos libros que no entendía casi nada pero que hablaban de lugares lejanos a los que descubriría la forma de llegar cuando me creciesen las tetas.

No se me pasó por la cabeza que, ni con tetas ni sin ellas, nunca pisaría Dune, Terminus o la Zona Libre. Tampoco se me ocurrió que muchas historias de ciencia-ficción son una crítica a la sociedad de ese momento. Por ahí tira Yasutaka Tsutsui en el cuento de El último fumador:

La discriminación hacia los fumadores creció rápidamente al nivel de la caza de brujas. Pero era difícil de controlar, porque los discriminadores no consideraban que sus acciones fueran una locura. La crueldad humana no es nunca tan extrema como cuando se comete en nombre de una causa elevada, sea ésta la religión, la justicia o el bien. En nombre de esta moderna religión de la "salud", y aún enarbolando la bandera de la justicia y el bien, la escalada de la discriminación contra los fumadores pronto llegó al asesinato.

Un conocido fumador compulsivo fue destrozado en la calle y a plena luz del día por una banda de diecisiete o dieciocho amas de casa histéricas que estaban en un centro comercial y dos policías. Se decía que, mientras moría, la nicotina y el alquitrán le chorreaban por los agujeros que le habían provocado las balas y los cuchillos de cocina.


Yasutaka Tsutsui, Hombres salmonela en el planeta porno

Hacía tiempo que no disfrutaba tanto leyendo un libro.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Joder, qué macabro! Espero que eso no ocurra nunca, aunque cada vez parece más cercano.