El sistema de alquiler de bicis gratuito de Buenos Aires tiene un cierto parecido al chatroulette, quizás de ahí mi creciente adicción:
un día surco la ciudad en una bici con poco rodaje, de piel lustrosa, andares livianos y quizás incluso un punto demasiado dura; otro subo sobre una abuelita a la que le rechina todo el esqueleto, tiene torcida la columna y las extremidades y va perdiendo dientes por el camino, sobre todo en las escasas cuestas; otro más me entregan una virgen y la conduzco nerviosa porque me cuesta ensuciarla y le pido perdón por bajar o subir los bordillos con demasiada brusquedad;
hay días en que me tocan unas que ni bien ni mal, ni fu ni fa, me sirven para llegar de un punto al otro pero que a los pocos segundos de despedirme no recuerdo ni su cara; algunas veces consigo unas que parecen buenas, pero que enseguida salta a la vista que era todo puro maquillaje y me bajo malhumorada;
Me fascina saber que comparto con ellas un tiempo breve e ínfimas posibilidades de volver a coincidir; que sin ninguna presentación de por medio voy a aplastar mi culo, mi coño y mis tacones contra su duro y frío cuerpo y que antes y después de mí fueron y seguirán siendo usadas y manipuladas por otros.
2 comentarios:
Mininomo, leyendote pienso que debes ser una grandisima jodedora. Un saludo.
Jajajajaja, eso depende de la compenetración con la pareja de baile.
Besos,
m.
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