lunes, 30 de diciembre de 2013

Alucinaciones infernales

Es muy fácil llegar a Buenos Aires, pero difícil salir. Los no-ricos quedan atrapados en la jaula por no tener montañas de dólares (que no pesos); los no-pobres por faltarles los cientos de horas que hacen falta para alejarse.

Encerrada aquí, a más de 40 grados de sensación térmica, me refugié en la Reserva Ecológica Costanera Sur,
entre bosques de alisos que al acercar la oreja a su tronco parecen transportar torrentes de agua,
mburucuyás que al tragarlas te adormecen,
curupís que arrojan leche pegajosa,
lunas llenas que mes a mes asoman como voyeurs por el río-mar de la Plata a ver cómo manos suben faldas, arañan muslos, estiran bragas para abrirse paso, entrar y mojarse en agitadas lagunas, bañadas de olas ruidosas de placer que se camuflan entre el croar de las ranas, el canto de las chicharras y el aleteo acelerado de búhos, murciélagos y atajacaminos.

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