El protagonista de La piedra de la paciencia es un yihadista afgano que se ha quedado en coma. Su mujer le cuida y, por primera vez desde que están casados, puede hablarle sin que él la expulse de la estancia o la interrumpa.
“Cuando estuvimos juntos por primera vez en la cama, esa noche, yo tenía la regla. No te había dicho nada, y creías que esa sangre era la señal de mi virginidad. AL ver la sangre estabas contento, orgulloso. Cuando se lo dije a mi tía me aconsejó no contarte nada... Me sentí morir. Era virgen pero tenía auténtico miedo. Me preguntaba qué habría pasado si ese día no llego a sangrar. Habría sido una auténtica catástrofe. Hacer pasar la sangre impura por la sangre de la virginidad fue una idea genial, ¿no? Nunca he comprendido por qué para vosotros, los hombres, el orgullo está tan ligado a la sangre”.
“Pero, ¿te acuerdas una noche, al principio de estar juntos, que llegaste tarde a casa? Completamente borracho. Había fumado. Yo estaba dormida. Sin decir una palabra, me bajaste el pantalón. Yo me desperté. Pero hice como que dormía profundamente. Tú me... penetraste... gozaste como quisiste... pero cuando te levantaste para lavarte, ¡te diste cuenta que tenías sangre en la polla! Furioso, volviste y me estuviste golpeando hasta bien entrada la noche, porque no te había avisado que tenía la regla. ¡Te había ensuciado!, decías, ¡Te había convertido en impuro!, ríe."
La mano, en el aire, agarra los recuerdos, se cierra y baja para acariciarse el vientre.
Con un gesto brusco, desliza su mano bajo la túnica, entre los muslos. Cierra los ojos. Respira profundamente, dolorosamente. Se introduce los dedos entre las piernas con violencia, como si fuese a clavarse un cuchillo. Conteniendo la respiración, retira la mano con un grito ahogado. Abre los ojos, se mira las uñas: están mojadas. Mojadas de sangre. Pone la mano ante la mirada ausente del hombre.
"Mira, sigue siendo mi sangre. Limpia. Entre mi menstruación y la sangre limpia, ¿qué diferencia hay? ¿Qué tiene esa sangre de repugnante? ¡Tú has nacido de esa sangre!¡Está más limpia que tu limpísima sangre!" Y le restriega los dedos por la barba.
ATIQ RAHIMI, La piedra de la paciencia (Siruela).
Es un libro muy delicado, que te desgarra por dentro.
Hace poco entrevisté a la diputada afgana Azita Rafhat y me dejó sin habla escuchar que pese a tener dos carreras sus padres la casaron con un hombre analfabeto y más aún que necesitase su autorización para trabajar.
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