viernes, 7 de septiembre de 2007

La inmoralidad de los pijos

Los pijos van con náuticos, mocasines (o zapatos puntiagudos los modernos), tejanos impecables, camisitas planchadas por mamá/novia/criada (rodear donde proceda), jersey en los hombros, tejanos impecables, caras de no haber roto un plato, pelos engominados y olor a perfume caro. Beben mojitos, cubalibres o gintonics, jamás una barriobajera cerveza en botella. Son respetados, fotografiados, admirados y suspirados por muchas niñas de bien.

No entendía cómo podían ir a currar y desde sus cómodas sillas con reposabrazos exprimir, retorcer, explotar y abusar de una, diez, cien, mil o un millón de personas. Hasta ayer. Cuando de la nada, uno de ellos —casado por supuesto— me puso descaradamente una mano en el culo y me susurró con esa voz que tienen acostumbrada a dar órdenes: “déjate, que vas a disfrutar”. Me ha parecido entender algo imposible, pensé. “qué ganas tengo de follarte, guarra” oí entonces. Y seguí sin entender con el “te voy a llenar de semen el coñito” al notarle empalmadísimo contra mí.

Pero eliminado el último resquicio de duda... je, cabronazo, te vas a cagar, dije en silencio (con voz de Zoe en la peli ida de olla de Tarantino) le metí la lengua con ganas, le cogí la polla sin disimular y le follé en un callejón oscuro hasta asustarle sin dejar de preguntarme si al volver a casa temblando se pondría su pijama de cuadros, bebería su vaso de leche, fingiría leer el mismo rato de siempre y le daría el beso ritual de buenas noches a su mujer antes de soñar cómo seguir exprimiendo, retorciendo, explotando, abusando y violando por los siglos de los siglos. Amén.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno, al final no existen pijos ni no pijos, porque a todos nos gusta hacer lo mismo, y cuando nos ponemos a follar no llevamos tatuado el logo de nuestra marca favorita ni tampoco llevamos en una mano una cutre botella de cerveza o un mojito pijo.

Al final,los que somos como somos, y sin saberlo creo poder ser como tú eres, lo que nos importa es follarnos al vecino de enfrente, tú notar su polla dura entrando y saliendo, golpeándote a ser posible lo más dentro posible; yo notar presión en mi polla dentro de ellas, ver como las tetas se balancean sobre mi o como sus piernas están completamente abiertas.

Y ahí, en esos momentos, me da exactamente igual como sea en su vida privada.