lunes, 15 de septiembre de 2008

Una polla empalmada al otro lado del teléfono

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Un riiiiiiiiiiiiiiing me saca del sueño. Es la una de la madrugada y un amigo del que hace meses que no sé nada está empalmado al otro lado del teléfono. Lejos de su mujer, en la habitación de un hotel de cinco estrellas.

Dormidísima, respondo con cuatro monosílabos afirmativos a las preguntas de ¿puedes hablar?, ¿estás sola?, ¿estás en la cama? y ¿estás desnuda? Le digo también que sí cuando pregunta si nos masturbamos y por la voz entrecortada imagino que él ya ha empezado a tocarse. “Tengo el cipote tan duro que me duele. ¿Me lo chuparías? ¿Te lo tragarías entero, aunque te ahogases, como una niña obediente?” Más síes. “¿Y me lamerías los huevos y el culo?” No espera que responda para decirme, con una excitación creciente, “no sabes cómo te deseo, cuantas veces me masturbo pensando en ti, qué ganas tengo de follarte, coño, marita”. Cuando pregunta qué me gustaría que me hiciese ahora aparco las afirmaciones y respondo con un torrente de guarradas, sólo interrumpido por sus gemidos, que cada vez más fuertes y más largos explotan en un “aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhh” final.

(...)

“Yo me he corrido. ¿Tú también?” Ni siquiera me he tocado pero contesto que sí. “Espero que nos veamos pronto, cuando vayas a casa avisa”. Es el último sí. Miro la pantalla del móvil al colgar: 7.55 minutos.

Su excitación me ha excitado mucho, así que empiezo a masturbarne tranquilamente, sin sus prisas, pensando en otro.

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