miércoles, 15 de octubre de 2008

Cara a cara con un especulador

¿Me acompañas a ver una casa? me pregunta una amiga y digo que sí,

sin saber que nos van a enseñar un nicho sin ventanas en el que enterrarte viva, compartimentado en tres para poder meter contigo a toda tu familia y los suelos tan abrillantados que se reflejaban nuestras caras de incrédulas.

"Bueno, claro, el mayor fallo es que no tiene ventanas, sino no sería una ganga. Pero se soluciona con una buena decoración, eh? Y por este precio es imposible encontrar una casa con tres habitaciones. Ahora lo dejo por 130.000 euros porque necesito liquidez, pero el año pasado lo vendía por 210.000. Y me lo quitaban de las manos, eh? Si te esperas un par de años será una inversión o, si prefieres, puedes alquilarlo por 800 euros al mes, lo mismo que pagarías de letra", iba diciendo, de carrerilla, un hombrecillo cucaracha con prisas.

¿Pero éste tío ve que mi amiga no tiene aún 30 años, vive con sus padres y si está pensando en comprarse una casa (creo que es una locura, pero ya es cosa suya) no es para alquilarla sino para vivir ella? Y si quiere ventilar su casa, ¿qué hace?, ¿abre la puerta de la calle e invita a tomar el té a los vecinos? Joder, pero ya que mienten, ¿no podrían mentir mejor? ¿tan desesperados están que no les funcionan las neuronas? ¿nos ven como tan imbéciles? Imagino que sí, tan bien lo ilustraba hoy Manel Fontdevila en su viñeta en Publico el día después de recibir otra multimillonaria inyección de pasta:

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