En un oscuro bar cutre de Madrid,
uno me habla y habla y habla,
mientras por detrás él me toca el culo disimuladamente y logra que no consiga enterarme de nada más.
- Sí… sí… ajá…, balbuceo perdida ante mi interlocutor, mirándole fijamente para que siga hablando sin darse cuenta de que para mis neuronas sólo existe esa mano, que me obliga a restregar mi culo contra ella y a estirarme para dejarla avanzar; hasta que se retira bruscamente, sin piedad, dejándome un volcán en erupción entre las piernas.
0 comentarios:
Publicar un comentario