Se antoja linda Buenos Aires.
Es un lujo poder pasearla semi-cerrada por vacaciones, casi-vacía y ligera de ropa.
Se van las horas frente a una taza vacía en un café sin sentir miradas incómodas, al atardecer los parques se llenan de abuelos jugando al ajedrez y de gente tomando mate y aparecen teatros y librerías en mitad de la nada.
Y sí, de entrada Buenos Aires parece cara, recara, no tengo ni idea de cuanto podremos vivir aquí, pero hasta entonces la gocemos de lo lindo.
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