lunes, 6 de mayo de 2013

Quemaduras

Me arrojé agua hirviendo (con eucaliptus) sobre la rodilla. Una olla entera. Dos de la madrugada.
El miedo es mucho más fuerte que el dolor. Kim dormía a pocos centímetros. No grité. Ni siquiera sentí que me había abrasado hasta que estuve segura de que el agua no había llegado hasta él.
Entonces sí. Bajo la ducha estalló el dolor. Saltaron lágrimas. Quejidos. Se ennegreció la piel. Se hinchó como un pez globo.
Agua fría y varias capas de clara de huevo después, la quemadura se cuarteó y (un poco)(algo)(casi nada) logré dormir.

Al día siguiente ya, protocolo médico:
Desnudarse, agua con jabón, gasas con furacín, vendas con esparadrapo, vestirse.
Desnudarse, agua con jabón, gasas con furacín, vendas con esparadrapo, cama.
Más agua enjabonada, más gasas, más vendas.
Más vestirse, más desnudarse.
Más dolor.
Más picor.
Dos semanas.

Cicatrizada, cual serpiente, cayó esa piel y apareció una nueva. Rosa. Suave. Hipersensible. Fotofóbica. Necesitada de cuidados, de protección extraordinaria, de oscuridad.

Y si en vez de quemarte la rodilla te quemas el corazón. ¿Cuánto tarda en cicatrizar? ¿Qué necesita?

Hola 2013! Aquí estoy, recuperándome.