domingo, 16 de junio de 2013

La tormenta perfecta


El deseo aplazado de rayos, truenos y Ricardo torrencial reapareció -con más fuerza aún- bajo la ducha matutina y fue fermentando entre idas y venidas por Madrid, hasta estallarme en los morros de noche en el japo de Echegaray.

De ahí a su casa sólo recuerdo cómo sus besos caricias miradas susurros agarrones tironesdepelo me iban empapando el coño -sin bragas bajo el vestido blanco-, mojándome también los muslos, erizándome la piel, fulminándome de deseo mientras esperábamos un metro que no llegaba,

y después, en su cama ya, con dos gintonics casi sin probar, penetrada por todos lados, doblepenetrada al unísono con su polla y sus juguetes, enloqueciendo de placer en sucesivas oleadas, mirada, deseada, salvaje, incapaz de dormir, de detenerme, de decir que no a nada, de no volver a traspasar las paredes con gemidos al correrme unaaaaaahahhh vez síiiiiiiii máaaaaaaaaaaaas...

dejándome arrastrar por la furia de una tormenta perfecta,
que en las horas siguientes arrasó también el salón y amenazó con romper la impresora 3D casi lista, los botellines de la futura Txomin y toda caja con cachivaches que encontró a su paso.

En algún momento logramos quedarnos dormidos para volver a buscarnos poco después, chuparnos, follar, gritar, desayunar, follar más, sin dar crédito a cómo las agujas del reloj avanzaban a semejante velocidad, corriendo tarde a citas varias y reencontrándonos a medianoche para volver a abalanzarme sobre él, él sobre mí, llenar de besos la ensalada, sentir su mano caliente en mis muslos aceleradamente desnudos, resbalar juntos por el sofá, reír y gozar más allá de todos los límites posibles...

Desperté en la oscuridad, con el cuerpo resucitado y muerto a la vez,  atravesado por el dolor y el placer, y fue imposible no empezar a lamerle, violarle aún medio dormido y seguir, ya más despiertos, apurando hasta el último sorbo, antes de correr a la estación de autobuses y despedirnos como tontos en el andén.

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