domingo, 16 de junio de 2013

Primeros rayos

Un tirón de pelo.
Segundos nomás. Ni demasiado fuerte, ni demasiado suave, sino con la intensidad precisa para provocarme una descarga eléctrica y arrancarme un ahogado gemido de placer. ¿Pero cómo coño sabe...?
Superada la sorpresa, mis neuronas volvieron a registrar la cumbia, las caderas a bambolearse entre ocho manos, la boca a enroscarse con otras al ritmo del casette... durante tiempo suficiente para quizás dudar si me lo había inventado... y sentir entonces cómo sus dedos volvían a cerrarse sobre mis rizos y una segunda descarga eléctrica me dejaba muy claro que no. Desnúdame y fóllame ya. Pero ya. Yaaaa.

Siguió la música, los roces, los besos compartidos, mientras mi coco retrocedía a la calle para rescatar el primer rayo, la primera señal de la tormenta que se avecinaba: su mirada, clavada en mí, desordenándome ya sin haberme tocado aún.

...

A veces, hasta un cielo mordoriano se queda de pronto sin nubes, más aún en primavera, y algo así pasó esa noche, en la que se escapó y me fundí en otros brazos, entre otras piernas; y mientras él pedaleaba de vuelta a casa, yo subía, bajaba, jadeaba y me corría feliz en una noche vuelta inesperadamente soleada.

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