Le reenvié dos correos sin saber que sus ojos cerrados nunca podrían leerlos. Casi no le conocía, trabajaba desde casa; desde la distancia también, peleaba como nadie para que los jefes no pisotearan nuestros derechos laborales.
Tuvo que morir para que me enterase que además era el maestro de generaciones de periodistas deportivos, que había escrito cuatro libros, que había recorrido el mundo Mundial tras Mundial, que era un excelente asador y un gran amigo.
Hasta siempre, Enrique.
lunes, 8 de julio de 2013
Hasta siempre, compañero
Publicado por minimono en 13:31
Etiquetas: lagrimilla
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