Al cruzar la puerta distingo al fondo a tres mujeres matusalénicas que murmuran en una mezcla incomprensible de árabe y francés. No entiendo absolutamente nada de lo que me dicen pero me quedo allí de pie, sonriendo y sintiéndome totalmente perdida. Les enseño monedas y cogen una de diez dirhams, indicándome después por señas que me desnude entera menos las bragas, mierda, llevo tanga, pienso fugazmente, poco antes de recibir un cubo grande y otro pequeño y verme empujada hacia el interior.
Es un espacio en penumbra, envuelto de un vapor húmedo y muy caliente que se engancha a la piel y la despereza, en el que distingo mujeres sentadas enjabonándose, frotándose, compartiendo secretos, aclarándose, peinándose, secándose, mierda, no he traído jabón y me he dejado la toalla en la bolsa, me digo...
Me quedo en un extremo de la sala, arrojándome por encima el agua casi hirviendo que tengo en el cubo y mirándolas fascinada hasta que una de las chicas más jóvenes se acerca a mí con curiosidad y me empieza a preguntar. No entiendo nada, levanto los hombros y la miro con ojos interrogantes, me mira, sonríe, vous êtes très jolie, dice. Vous aussi, contesto. Sus ojos negrísimos me miran otra vez, me enseña su champú, sonrío y me dejo enjabonar el pelo, que queda impregnado de un intenso olor a océano. Me pasa su gel y metiendo su mano en un guante de crin me frota la espalda y los brazos con fuerza, para eliminar las células muertas, entiendo en su susurro y tiemblo ligeramente cuando, desde detrás también, me pasa el guante de crin por el estómago y las tetas.
Invertimos los roles y las posturas e imito nerviosa sus movimientos por su piel suavísima hasta que se gira hacia mí, sin miedo, más fuerte o algo parecido me dice cogiendo mi mano bajo la suya y arrastrándola a los muslos. Sigue hablándome en susurros y no entiendo nada de nada pero me levanto cuando me ofrece la mano, contesto a cada cubo de agua caliente con otro igual y a cada cubo de agua fría con un escalofrío que me obliga a cerrar los ojos. Cuando los abro, con la carne de gallina y temblando, descubro a muy pocos centímetros su sonrisa descarada.
La niña María Isabel Francisca de Asís de Borbón y Borbón. La Chata
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La niña María Isabel Francisca de Asís de Borbón y Borbón. La Chata.
Princesa de Asturias. (1851-1931). Bernardo López Piquer. Óleo lienzo, ca.
1857. Pal...
Hace 4 semanas
1 comentarios:
Mola ese aspecto colaborativo, primero yo, luego tú. Muera el protagonismo!
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