jueves, 21 de junio de 2007

Energía descontrolada

La noche que rompimos podía sentir el dolor físicamente, como relámpagos estrellándose sin avisar contra cualquier rincón de mi cuerpo, moviéndose arriba y abajo sin encontrar la salida con una intensidad tan salvaje y tan descontrolada que me hizo pensar en los pilotos de acrobacias, cuando sus cuerpos desafían la fuerza de la gravedad y si no los controlasen al milímetro acabarían con el estómago en el corazón, los riñones en las piernas, los intestinos en el cuello y así hasta enredarse por completo.

Mucho dolor pero, a la vez, mucha ternura, como todas las sensaciones contradictorias que me envolvieron durante esa agridulce noche insomne. Y que han vuelto en noches siguientes, colándose por todos lados entre los sueños, casi tirándome de la cama y despertándome con los pelos desordenados, de punta y a punto de derramarse.

Lo raro es que me despierto también con las yemas de los dedos encendidas y al apretarlas se escapan historias a borbotones, poemas, guiones de cómic, muñecos de alambres y cuentas de colores, figuras de origami, jardines... y no puedo parar ni, por supuesto, estarme sentada e inmóvil en la silla de la oficina.

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