“Tienes que dejar ir, deja ir deja ir”… sus palabras rebotaban por dentro como un eco mientras el cuerpo se enterraba más y más en el suelo… “Estás estancada, ¿me equivoco?” no, me lees como si fuese transparente “Sal de la cáscara y deja explotar toda esa alegría que tienes atrapada”. Me quedé profundamente dormida con su vocecilla enroscada en los pelos y al oir el gong no sabía dónde estaba.
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