lunes, 7 de enero de 2008

La carnicería

La prota de Sueños y asesinos sigue describiendo a su padre:

La carnicería era su marco ideal. Entre las reses colgadas de los animales, en nubes de moscas y olor a sangre, está a sus anchas. La manipulación de la carne alimenta la espera de una presa. Hay que verlo apoderarse de un cuarto de buey o de cordero y, con un gesto de luchador de catch arrojarlo sobre el tajo. Agarra un hacha y ¡chas! ¡chas! ¡chas!, tres golpes, tres resoplidos. Despachado. Se aparta. Fascinado, observa el cuadro: cortes abiertos, huesos aplastados. Con un cuchillo vuelve a la carga. Separa y hurga en la carne. Se chupa los dedos. Chasquea la lengua. No es cuidado en su trabajo. Le tienen sin cuidado los restos de huesos, los trozos sajados. Sólo cuenta el contacto de la carne. No la prepara, se apodera de ella, la despedaza, la amasa, la maltrata. Luego se libera de ella arrojándola, en montón, sobre papel de periódico. Forma una bola. El papel se humedece. Unas aureolas emborronan y destruyen lo escrito. Mi padre mira esas manchas con una expresión de hilaridad silenciosa que roza la demencia. Demencia que lo domina totalmente en cuanto una mujer cruza el umbral de su negocio.


He acabado el libro con el estómago revuelto. Recomendable para los que quieran saber sobre la vida en Argelia durante los años de guerra desde el punto de vista de una mujer urbanita.

0 comentarios: