domingo, 6 de enero de 2008

percebes y bivalvos

Bajan en el ascensor los tres frente a mí: cara de malos, gafas de sol, chupas negras y puestos antes de las cinco de la tarde de nochevieja. A mí la tiza no me gusta. Pero me gusta verles así.

Vagamos por Conde Duque, primero una tasca olvidable y después, en la calle del Limón, entramos en la Taberna de los Vinos. Unas cañas. El pirata ve percebes y ya no ve nada más. Los traen y ni ve ni habla, disfruta. Más cañas. Óscar y yo queremos navajas. Él pide mejillones al vapor también. Dice que pican pero exagera. Terceras cañas. Y mucha más gente alrededor bebe y come a las seis y luego a las siete y a las ocho de la tarde, gritan Salud y República golpeando la puerta del baño, llaman a Miguel en la barra, se ríen, brindan, chillan, se tiran algo de cerveza por encima. Más cañas ellos, nosotros también.

Había pensado en una de bacalao de segundo pero no tienen
, sigue hablando el pirata con el estómago abierto, la sepia ahora es un poco burda, ¿no?, contestamos que sí, gambas hubiesen sido para antes, me parece..., Tienes razón, le seguimos la corriente, llevamos toda la tarde dejándonos llevar, siguiéndole locos de felicidad. Son las nueve y aún habla de echarse la siesta después de comer, traduzco que debe significar echar un polvo y me río, uniéndome a los que alrededor llevan camisetas de rayas, gorras, barbas, carmín rojo y pelos cortos.

No sé muy bien cómo pagamos y salimos y subimos y nos desnudamos pero recuerdo perfectamente todo lo que hicimos después.

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