miércoles, 11 de julio de 2007

Cabreoterapia: pasar unas horas con mi padre

"Los organismos vivos, para seguir estando vivos, necesitan producir estrés. Tienes que cabrearte más, y continuamente, si no quieres desaparecer por calma total" Juan Cueto, EPS (09/07/2007)

Lamentablemente, con mi padre cerca, mi capacidad de desaparición como organismo vivo es cercana a cero: Ayer me pide que vaya a verle y así celebramos mi licenciatura todos juntos (él, su tercera mujer, sus otros cinco hijos y yo). La séptima hija, rusa, está perdida entre papeles y burocracias pero calculamos que la cigüeña la traerá el próximo año). Con ganas de ver a mis numerosos hermanos, acepto a condición de que al día siguiente me deje a las 8.30 en la estación (pensando en que entonces llegaremos a las 9) y dice que sí.

Y desde entonces todo va mal, no de casualidad sino como absolutamente siempre: se retrasa una hora para recogerme en la estación y cuando finalmente llega viene en moto y sólo con un casco. Impresionante. Se va -otro rato más- y vuelve con un casco para mí. Le digo no corras, él corre todo lo que puede y un poco más y cuando varios rezos después llegamos al desvío de entrada a su pueblo, se pone a mirar un sms a 90 kilómetros por hora, cogiendo la moto con una sola mano. Quiero bajarme pero no me atrevo a tirarme así que finalmente llegamos milagrosamente enteritos y después de saludos y todas las historias me enseña su cachivache de cocina número 5.425: una máquina enorme para hacer pan y me señala que tenemos un banquete de carne en mi honor cuando le he dicho bastantes veces que tiendo al vegetarianismo. Cenamos, hablo con mis hermanos y mi hermana, jugamos con los peques, leemos y dormimos.

Toda esa parte final, donde mi padre ya había desaparecido de escena, sale perfecta pero por la mañana siguiente todo se retrasa hasta límites insospechados y no salimos a las 8 como me había prometido sino a las 8.40, caravana de coches, llegamos a Girona a las 9.15 y en vez de dejarme en la estación vamos al superultramejapijo colegio montessini en cuatro idiomas de mis minihermanos mellizos. Al final no me puedo contener más y exploto: “no llegaré ni al tren de las 9.20 y el siguiente no es hasta las 10.30 y tengo que estar en la oficina a las 10. Aaaaaaaaaaaarrrrrrrrrggggg” y me contesta: “¿pero por qué no me lo has dicho? Te hubiese dejado a ti primero en la estación” Me pongo a cien, mil, zillonmil pero contesto como si nada “Ayer me dijiste que estaríamos a la estación a las 8.30, papi…” Silencio sepulcral, no hay respuesta y seguimos los dos encerrados en el coche, a menos de un metro de distancia. Me ignora, llama por teléfono con el manos libres y finalmente rompe el silencio para decir que como mi tren no sale ya hasta tarde que mejor vamos a la clínica porque a él le están esperando para operar.

Imposible sentirme más viva como organismo. Pero hasta que no note que las puntas de los dedos de los pies empiezan a volverse translúcidos y amenazan con desaparecer por el mono de una buena dosis de cabreo no vuelvo a verle.

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