lunes, 23 de julio de 2007

Comer, beber y amar en Ibiza


Punta Galera
Para ver el atardecer en estas rocas calizas de formas caprichosas que recuerdan los baños turcos, empaparse de la magia que desprenden aquí los últimos rayos de sol y, fantaseando, esperar a que anochezca para hacer el amor bajo las estrellas.

Calitas cerca de la torre en Ses Salines
Llegas a Ses Salines, dejas el coche antes del párking en el que te hacen pagar cuatro euros y caminas primero por el párking, luego por la playa hacia la torre que se ve a la izquierda. Atraviesas chiringuitos con musikita house y tías disfrazadas de la fiesta temática de turno que te ponen pulseritas para entrar gratis en alguna disco, cuerpazos de gym, tetas siliconadas, culos siliconados, abdominales siliconados, labios siliconados y cuando se acaba el espectáculo artificial de la playa más in de la isla empiezas a llegar a una zona rocosa salpicada de chiquitinas calas escondidas, algunas con piscinas naturales de agua salada, otras con rocas esculpidas, otras con parejas enredándose bajo el sol, otras con gays fichándose a la velocidad del rayo, otras con lectores olvidados del mundo, y otras desiertas, esperándote.

Aigües blanques
Otra de las playas más bonitas de Ibiza —ésta de arena y no de rocas— y la última de ellas, la que queda más a la izquierda, también casi vacía en pleno mes de julio. Si vas con un cubo puedes coger barro de las paredes de la cala y embadurnarte el cuerpo para quedarte con una piel suavísima. Para los adictos, apunto un segundo sitio: Sa Caleta, donde te puedes cubrir de arcilla rojiza de arriba a abajo.

Cala de Benirrás
Para bailar y bailar descalzos sobre la arena bajo el ritmo hipnótico de los tambores cada domingo al atardecer y sentir en el cuerpo cómo los sonidos se aceleran más y más a medida que el sol se vuelve más rojo, más grande, más próximo y desaparece en el horizonte. Y si hay luna llena, todo va más allá de la medianoche...

Ses portes del cel
Acantilado en las cercanías de Sta. Agnès donde —porrito en mano— el tiempo casi se detiene al contemplar un mar y un cielo de azules intensísimos y un bosque de pinos rabiosamente verde. Ganas salvajes de amarte y rozar el cielo desde allí arriba.

Can Solelletas
Restaurante en la carretera entre St. Miquel y St. Mateu. Hay un cartel con su nombre que indica el desvío que hay que tomar para dirigirse a un punto en mitad de la nada, todo a oscuras y con miles de estrellas encima y el sonido ensordecedor de cigarras alrededor. Una vez allí, tumbados entre las almohadas de los bancos de la mesa, banquete de ensalada, montaditos variados, postre delicioso y licor de hierbas casero mientras en mesas cercanas se juega la misma partida de cartas cada noche.

Can Costa
Bar de bocatas calientes y crujientes acompañados de cervezas congeladas o tintos de verano con limón en Sta. Gertrudis con las paredes desbordadas de cuadros surrealistas.

Ca l'Anita
Fonda en St. Joan con una terraza muy acogedora en la que probar comida ibicenca y salir rodando.

Grial (Eivissa), Underground y El Ayoun (St. Rafael)
Alternativas gratis o casi (a veces en el Underground cobran 10 ó 15 euros) a las macromegagigantes discotecas donde destrozar las dancing shoes con las mismas ganas pero entre gente local y guiris que curran en la isla.

Rave en Portinatx
Mucha gente, muy buen rollete, musikote y pastillitas de colores para todos. Pero de esa noche me quedarán, sobre todo, un par de fotografías grabadas en el coco: una pareja besándose con mucha ternura dentro de un flotador y una mujer de melena larga y rizada arremangándose su vestido naranja hasta la cintura para bailar en el agua al amanecer.

Cualquier pastelería de Eivissa
Comprar y devorar entre varios un flaó (pastel de queso con hierbabuena) y orelletes (parecidos a los buñuelos) y, a ser posible, acompañarlos con café caleta (adaptación ibicencia —orquestrada por el abuelo de Marina y el Piset— de la queimada gallega) o con licor de hierbas en alguno de los varaderos de la isla en una calurosa y húmeda noche de verano.

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