sábado, 9 de agosto de 2008

Los desconocidos nunca abrazan

Abrió la puerta. Recorrí el piso con la mirada. Aún de pie, me ofreció un vaso de agua. Nos sentamos al borde de la cama, casi sin mirarnos mientras nos desnudábamos.


Noté que su piel era suavísima. También fueron suaves -en exceso- los besos y roces que acompañaron al breve acoplamiento. Se alejó de mis piernas con el condón lleno de semen, las cerré llenas de deseo saciado sólo levemente.


No salí corriendo porque mi albergue quedaba demasiado lejos. Después me arrepentí. Los desconocidos nunca abrazan. Y eso me impide dormir.


Nos sentamos al borde de la cama, casi sin mirarnos mientras nos vestíamos. Ya de pie, me ofreció un vaso de agua. Recorrí el piso con la mirada. Abrió la puerta.

1 comentarios:

NiSiquieraUnZumoDePiña? dijo...

Menuda desazón... Los desconocidos casi nunca se abrazan y se matan entre ellos antes de conocerse la mayoría de las veces.

au