lunes, 12 de diciembre de 2011

Todas las tías me llevan a Olmos

Mi curiosidad por Alberto Olmos va creciendo de tía en tía.

La primera fue Mónica, que para quitarme el mono de Tokio que me quedó tras primer viaje a esa ciudad extraterrestre, voyeur y pervertida, me regaló Trenes hacia Tokio. Por supuesto, ese libro adictivo fue contraproducente: sólo logró aumentar mi deseo por la capital nipona y las ganas de irme a vivir allí (y tener un armario desbordado de disfraces, máscaras y pelucas que usar en las citas).




La locura por Tokio no se me pasó en el segundo viaje -ni se me pasará por más que vuelva- y pillé por Internet todo libro sobre perversiones raras de los japos que encontré. 
 Uno de mis favoritos es Pink Box, en el que se describen burdeles increíbles -a los que pertenecen las fotos- especializados en mujeres gordas, como el Club Mammoth; en simular el interior de un avión, y donde los clientes que eligen sentarse en business reciben más atenciones -Stewardess Fantasy Club-, o el Rotating nurse make-out club, donde los clientes pueden ser atendidos por hasta tres enfermeras durante una visita médica de 40 minutos. 
Así que otra amiga, Esther, me regaló Tatami, con los mismos efectos secundarios adversos.



Hace unas semanas, calentito de la imprenta aún, me encontré sobre el teclado de mi ordenata Ejército enemigo, dedicado por Olmos a petición de Lucía, la compi de Público que durante años se ha sentado a mi derecha.


Yo nunca le he dicho a nadie que me gusta (cómo escribe) Olmos; ha sido más bien un vicio secreto. Pero ahora resulta que María, una de las mamis más fiesteras y cachondas que he conocido por estos lares, es muy amiga suya y es rara la vez que quedamos que no vuelvo a casa sabiendo un poco más de él (y de su novia).


Y finalmente, anoche, Oksanen, la autora de Las vacas de Stalin y Purga me llevó no sé muy bien cómo hasta Lector Mal-Herido, su blog de críticas literarias del que había oído hablar, pero en el que no había entrado nunca.


Diossssssssssssss. Qué grandísimo hijodeputa. No pude dejar de leer y leer y leer y leer y reír a carcajadas. Se me saltaban las lágrimas, me dolía el estómago y casi me caigo del sofá.


Allí sigo. Devorándolo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Juas, bienvenida al club.
Carlos.

Anónimo dijo...

jajaja, mami cachonda y fiestera, me van a salir viciosos hasta debajo de las piedras. aunque para perversa, tú!

m.

minimono dijo...

jajaja, a los viciosos mándalos para Buenos Aires ;-)

Un abrazo fuerte. Penita me da que no haya concierto el sábado :(

Anónimo dijo...

penita, sí.
m.