martes, 25 de diciembre de 2007

Temporada de rebajas en las dictaduras asiáticas


En un lugar del mundo donde aún no han llegado los anuncios a bombo y platillo de los divinos pisos de 30 metros ni las promesas de Zapatero de convertirse en el compi de piso ideal pagando 200 euros cada mes sin ocupar ninguna habitación...

Un hombre fue a quejarse al curandero porque no podía dormir: "desde que mi nuera ha tenido a nuestro quinto nieto ya no puedo pegar ojo. Los dos pequeños no dejan de llorar, el otro vomita noche sí y noche no, mi hijo ronca con tanta fuerza que toda la casa se tambalea, mi mujer me despierta a codazos porque dice que se muere de calor si me acerco, los mosquitos me comen vivo desde que ya no tengo sabor a chimenea. Deme algo, me voy a volver loco".

El curandero, considerado el hombre más sabio del poblado, le contestó: "meta usted una de sus vacas en casa y vuelva en tres días". Volvió el hombre en la fecha indicada y, preguntado por su insomnio, contestó: "Es todavía peor, ya no queda espacio ni para dormir boca arriba, tenemos que dormir todos de lado, encima el olor es insoportable. Por favor, deme algo." El sabio le contesta que meta un gallo en casa y vuelva al cabo de tres días. Al regresar, el hombre está muy enfadado: "El gallo se pone a cantar antes incluso que nos levantemos a rezar y me roba unos minutos en los que casi siempre estaba dormido. Las ojeras me llegan al suelo, por favor apiádese de mí".

El curandero le contesta sin inmutarse que debe meter un caballo en casa y volver al cabo de tres días. Perplejo, el hombre obedece una vez más pero cuando regresa está furioso: "sus soluciones me van a matar. Ahora ya no duermo ni yo ni nadie en casa, el caballo relincha, ha mordido a mi nuera, ha roto la pierna a mi mujer de una coz y ahora tengo que ir yo a la compra. Se ha vuelto usted loco?".

El hombre recibe la orden de sacar al caballo y el gallo de casa pero dejar la vaca. Al cabo de tres días regresa con una sonrisa de oreja a oreja y contesta a la pregunta habitual: "Estoy Muchísimo mejor, hoy finalmente he podido dormir otra vez durante toda la madrugada, me encuentro muy recuperado".

Pensaba en esta fábula oriental cuando el presidente de Pakistán, Pervez Musharraf, levantó el estado de excepción (que había impuesto para salvar su cuello) y anunció elecciones para enero, recibiendo felicitaciones y palmaditas en el hombro de todos los líderes occidentales -y los paquistaníes prooccidentalizados como Benazir Bhutto-. La Constitución vuelve a estar vigente, (la mayoría de) los presos políticos han sido liberados, se han reabierto los canales de televisión... sí, pero, ¿y los jueces depuestos?

Por primera vez desde el golpe militar con el que Musharraf tomó el control en Pakistán, el Tribunal Supremo había plantado cara al dictador y se había convertido en un símbolo de la lucha democrática. Todo ha vuelto a su lugar menos los jueces, que siguen bajo arresto domiciliario y han sido substituidos por unos títeres al servicio del presidente. Sin Justicia, ¿de qué democracia hablamos?

No digo que Musharraf no haya hecho cosas buenas, por supuesto: el país se ha desarrollado económicamente más que nunca en su historia, se ha estabilizado políticamente -por primera vez los parlamentarios han acabado un mandato-, las clases más populares por regla general le apoyan y, sobre todo, los políticos paquistaníes tienen poco que envidiarle en términos de corrupción. Pero de ahí a creerse que Pakistán va hacia una transición democrática cuando acaba de dar un paso tan grande hacia atrás, hay un abismo.

En Birmania están igual: después de aplastar con balas, palos y torturas (resumiendo, claro) la revuelta liderada por los monjes, la Junta Militar dijo que creaba un enlace directo para hablar con la líder de la oposición y todos a felicitarles. Fuera del foco de las cámaras, los militares siguen a lo suyo, erre que erre.

Y poco ha cambiado también en Tailandia: Aunque acaban de votar un Gobierno civil que retome el control del país tras el golpe militar de 2006, el Ejército se ha asegurado mediante decretazos el control del país.



Hay que contarlo o dejarlo por escrito o cantarlo o dibujarlo para no olvidar.

(todas las ilustraciones son de la serie Uniform and Pakistan de *abro*, un artista paquistaní que he descubierto en flickr)

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